1.27.2010

El camino Aragonés

EL TRASLADO A SOMPORT
Evidentemente hay muchas formas de vivir, muchas velocidades, y uno tiene la impresión de dar un agradable salto en el tiempo en un solo día. Al principio está uno en el siglo veintiuno, en el moderno AVE donde se exhiben las últimas razas del mono, el “homo telefonensis” u “homo móvilis”, que hace todo un alarde de gesticulaciones y profiere grandes voces voces, mientras que el “homo auricularis” y el “homo pantallitium” intentan oír y ver una película casi con toda seguridad realizada por el “homo hamburguesarum”.
El canfranero ya nos transporta al siglo pasado. Cambia también la indumentaria del personal, pues si en el AVE predominaban los corbatillas, todos de gris, repeinados y con aspecto de querer venderte una enciclopedia, aquí la cosa empieza a ser más informal, y hasta diría que ese señor de al lado va a hacer el Camino, lo que supone un definitivo paso al pasado, o mejor dicho a lo eterno. Le pregunto y nos lo confirma. Es madrileño y se llama Salvador.
Antes de eso, en la estación de Zaragoza viene a vernos mi amigo Chesús, ese gigantón cordialísimo al que conocí en los foros jacobeos y a que pocos días antes pude ver en Valladolid, pues me dio el alegrón de venir a oír un conciertillo que dí unos dias antes de hacer la mochila. Qué buen rato de cervezas y charla esperando al tren. Chesús me había insistido mucho en que hiciésemos el camino aragonés, y es uno de los mejores consejos que me han dado en mi vida..
En Jaca nos esperan Alfredo y Pilar para llevarnos en coche a Somport. Quien conozca a esta pareja de peregrinos jacetanos se hará idea de hasta que punto fue un encuentro feliz. Muchos quilates de humanidad la de esta gente maravillosa.
Para colmo de alegría en Somport se ha instalado una nube y un fresquito de los que piden sacar el polar. Una tapita de invierno que bien se agradece cuando se viene de la canícula sevillana. Tener que taparse por la noche es un lujo impagable en pleno mes de julio. El albergue de Somport no tiene sabor peregrino, ni tampoco precio peregrino, pero es lo que hay, y afortunadamente estamos solamente cinco o seis personas, por lo que Luisa y yo estamos algo desahogados, en una habitación compartida con un montañero, pero sin que nadie ocupe las literas de arriba, así que dormimos a pierna suelta.

LA SALIDA DE SOMPORT

Ante la humilde y blanca ermita de La Pilarica Luisa y yo dedicamos una plegaria escrita a vuelapluma durante el desayuno:

Pilarica de Somport,
princesa de la montaña,
sonríe a este corazón
en la frontera de España.

Al iniciar un camino
que ha de durar más de un mes
ante tus pies te pedimos
que bendigas nuestros pies.

Bendice nuestras espaldas,
virgencita del Pilar
y bendice nuestras piernas
que tienen mucho que andar.
Que llegue tu bendición
desde tu nevada ermita
al valle del Aragón,
río de agua bendita.

Interiormente voy tarareando estas letrillas...Supongo que serán canción algún día. Uno no puede evitar ir canturreando por todas partes. De todas formas he dicho una mentirijilla o dos. Nuestro camino no va a durar más de un mes, sino un par de semanas, pero claro, imagino la aventura como si fuese a llegar a Santiago, que es lo que haría si tuviese tiempo. Tampoco está nevada la ermita, pero es blanca y la imagino rodeada de nieve, o mejor, hecha de nieve purísima. Aquí comienza un camino que promete ser maravilloso.

EL DESCENSO A JACA
¡Uf! Esto es más hermoso de lo que imaginaba. Yo diría que mucho mejor que Roncesvalles. Hay arroyos por todas partes, las montañas son maravillosas, los prados, los bosques...Todo es para andarlo muy despacio y recrearse. Los treinta y un quilómetros a Jaca no son para hacerlos en un solo día. Sabemos que en Villanúa, a la mitad del camino hay albergues, así que nos lo podemos tomar con toda la tranquilidad del mundo.
Si el tramo de Somport a Canfranc-estación es maravilloso, el siguienta hasta el pueblo de Canfranc es ya una auténtica apoteosis. Eso sí, hemos tenido que comprar unos bordones enfrente de la vieja estación pues en los descensos a veces se echaba de menos la tercera pierna de apoyo. Ya me había caído una vez sin consecuencias y no quiero que se repita, y mucho menos que se caiga Luisa.

Ve despacio, compañera,
que aquí no manda el reloj
y usa como agarraderas
las fuertes ramas del boj.

Hay que buscar un bordón
para servirnos de apoyo
en descensos, ascensión
o atravesando un arroyo.

Que en las hermosas pendientes
del Camino Aragonés
resulta muy conveniente
peregrinar con tres pies


El tiempo cambia, y a medida que descendemos desaparece el nublado y el fresquito mañanero va dejando paso al lógico calor de julio. Menos mal que aquí hay ríos por todas partes, y lo de mojar un pañuelo y ponérselo en la cabeza es como llevar aire acondicionado. Nos paramos tanto a disfrutar los lugares que se nos echa el mediodía encima y los últimos quilómetros hasta Villanúa se nos hacen un poco cuesta arriba, aunque son cuesta abajo.
Hay un albergue juvenil en el que están hospedados tropecientos chavales excursionistas. Nos vamos huyendo al otro, el albergue Tritón.
Si el albergue estuviese lleno sería un escándalo como para poner una denuncia. No se pueden cobrar doce euros por un cochón en una habitación hacinada de literas, hasta el punto que están colocadas en bloques de tres pegadas sin que la del centro tenga un pasillo para entrar. No me gusta hablar mal de las cosas del camino, pero veamos: En la habitación de al lado hay un bloque de estos de tres literas pegadas a la pared, de modo que en cuatro camas hay que entrar por los pies y meterse en el saco haciendo auténticas piruetas. Hay otras dos literas al otro lado del micropasillo. De modo que con el albergue lleno cobrarían ocho colchones a doce euros cada uno, o sea, 96 euros por un cuartucho sin espacio casi para nada, sin cuarto de baño, sin ropero, sin sábanas... 96 euros es un precio de hotel de superlujo, y no de cuchitril. Estas habitaciones no tienen más espacio que el de cualquier pensión en las que habría dos camas, una mesilla de noche y un ropero. Supongo que es una cuestión de la que se seguirá hablando en los foros y asociaciones. El peregrino agradece y todas esas cosas, pero no tiene por qué
tragárselo todo cuando le están cobrando precios abusivos.
De todas formas, ya que no hay nada más que cuatro peregrinos, los otros dos se instalan en una habitación y Luisa y yo estamos solos en un armatoste de tres literas, por lo que nos sentimos en la gloria.
Los otros dos son Salvador, al que conocimos en el canfranero y Thomas, un alemán que tiene un hijo en Tailandia y una hija por Sudamérica buscando experiencias. Thomas viene de Lourdes y tiene un puntito místico y filosófico que nos hace meternos en conversaciones de hondo calado peregrino. Salvador es un hombre muy culto y viajado, dominando perfectamente el inglés y defendiéndose en francés, alemán y no sé cuantos idiomas. Gran tarde de charlas y cena en un restautante cercano.
La jornada siguiente es de similar belleza a la anterior, aunque con una anécdota de pánico. En cierto momento al aproximarnos a la orilla del río comienzan a aullar lobos a pocos pasos de nosotros, detrás de los arbustos. El estruendo va en aumento, como si se nos acercara una manada enorme de fieras hambrientas. Luisa y yo nos miramos aterrados. Parece que están a pocos metros. Dios mío, que nos devoran. Nos quedamos quietísimos oyendo el cada vez más ensordecedor ruído y este continúa, y se van sumando aullidos y ladridos. Por fín vamos retrocediendo poco a poco sin que aparezca ningún monstruo. Recuperamos el camino y comenzamos a andar algo asustados. Por fín los árboles nos dejan ver al otro lado del río una serie de jaulas con un montón de perros, o lobos, no lo sé muy bien. Menos mal. Por lo visto hay allí una perrera o algo por el estilo. No nos paramos a averiguarlo, sino que aceleramos el paso, no sea que alguno se escape, y al final nos da el ataque de risa, una vez pasado el susto.
El número de peregrinos ha aumentado algo, pues algunos han comenzado en Canfranc o incluso algunos veloces que hoy comenzaron en Somport nos adelantan a media mañana.
Cada cual hace su camino, es verdad, y hay que respetar a todo el mundo. Pero yo no puedo entender que ante una cascada maravillosa la gente pase de largo sin mirar, pendientes nada más que de llegar pronto a Jaca. Luisa y yo aprovechamos cada orilla accesible para sentarnos entre las piedras, quitarnos las botas y disfrutar de las aguas transparentes del Aragón y sus afluentes, tomando alguna fruta o refrescándonos, haciendo fotos o simplemente impregnarnos del lugar. Los veo pasar veloces y creo que les daría igual que les pusieran en los ojos unas tapaderas de esas que les ponen a los burros para que no se distraigan mirando a los lados. ¿Cómo es posible? ¿Puede alguien explicarme eso? ¿Hay algún lector que vaya así y que me pueda decir por qué no se detienen en los lugares donde la naturaleza claramente está gritando que nos detengamos? ¿Se puede ir por el paraíso con la misma actitud que si se fuera a llegar tarde al trabajo?

JACA.
Al entrar en Jaca los militares celebran no sé qué en un cuartel y están cantando un himno. Para nosotros es como si nos recibieran como a los reyes, con desfile y banda de música incluidos. Luisa, reina, tu no te mereces menos. Ni yo tampoco, qué caramba, pues los peregrinos somos más que reyes, dueños del mundo y de las estrellas.
Jaca, tan bella como siempre. Es la tercera vez que paso por ella en un año, pero una visita a la catedral es siempre inexcusable. Recuerdo lo nervioso que me puse cuando el cura José Ignacio me hizo cantar en su altar un par de canciones durante la reunión de hospitaleros voluntarios, el pasado diciembre... La ciudad me resulta familiar y querida.
Falta un rato para que abran el albergue así que nos metemos en un bar de tapas y nos pegamos un pequeño homenaje.
Por fín un albergue en condiciones, magníficamente instalado, con los dormitorios divididos por paneles en cuartitos de dos camas con espacio para las mochilas y para lo que se quiera. Camas he dicho, no literas, sin nadie arriba ni abajo, una maravilla en comparación con los anteriores.
La cocina del albergue es espléndida y ello nos hace entrar en maquinaciones. Propongo a Salvador y a Luisa que hagamos a la tarde un arroz con pollo. Thomas el alemán y una francesa se quieren apuntar pero, vaya por Dios, son comeyerbas, quiero decir, vegetarianos.
- Bueno, si no le hacen asco a los marisquillos se puede intentar hacer otro tipo de arroz.
Dicen que sí, que a lo del mar no le hacen asco. Nos vamos a un supermercado y encontramos las verduras para el sofrito, una buena sepia fresca, unas almejitas, unas gambas, una latita de pimientos morrones, guisantes, azafrán en hebra, arroz, vino, unas aceitunitas de aperitivo... Un banquete, vamos.
En el albergue preparamos el homenaje gastronómico. Hay para invitar a alguno más que se apunta, y con lo que sobra hay quien rebaña la olla hasta dejarla como una patena. El buen tinto del somontano nos sienta divinamente, aunque los vegetarianos tampoco beben vino, como si no fuese un producto de origen vegetal. Allá ellos.
En la cocina conocemos a Ercole (Hércules), un italiano dicharachero y simpatiquísimo que prepara unas pastas y que viaja con una botella de aceite de oliva virgen extra. Este si que sabe lo que es bueno. Estaba despotricando contra los franceses.
- Cuando entré en la frontera de España me sentí como en mi casa, y no con la mierda esa de los franceses que no te dan ni agua. Iba yo sediento en Francia y vi a una señora regando un jardín. Le pedí que me dejase beber y me echó. Mierda de franceses.
Le advirtieron que había a su lado una francesa.
-Es igual. Un peregrino dice siempre la verdad. Los franceses son una mierda. España es otra cosa. Estoy como en la mía casa.
Más de una vez hemos visto a gente con una especial manía a los gabachos. No sé si está o no justificada, pero al parecer es una de las constantes del camino, y no solo por parte de los españoles. Ércole es un antifrancés redomado. Se dice que no se molestan ni en aprender a dar los buenos días o las gracias por cortesía a las gentes del país que visitan, como hacen otros extranjeros. Hombre, no es que se pueda meter a todos en el mismo saco, pero algo debe haber cuando el río suena tanto. En el Camino se suele contar una adivinanza:
-¿Cómo se llama el que habla muchas lenguas?
-Políglota.
-Bien, ¿Yel que habla tres lenguas?
-Trilingüe.
-Bien, ¿Y el que habla dos?
-Bilingüe.
-¿Y el que habla solo una?
-Mmm...¿monolingüe?
-Francés, hombre, francés..
En fín, no se enfaden los franceses conmigo, que yo no he inventado estas cosas. Tan sólo las constato, y aprendan, por favor las tres o cuatro frasecillas que hace que uno no quede tan mal cuando visita un país.
La noche nos trae una incesante algarabía callejera. El albergue, como decía, es magnífico, pero está situado junto a las calles de movida más ruidosa del mundo. Ni siquiera los tapones logran hacer desaparecer el escándalo.

SANTA CILIA DE JACA
Algunos van esta jornada a San Juan de la Peña. Nosotros no, pues ya conocemos ese mágico lugar, en el cual estuve con Luisa el verano pasado en coche, y posteriormente volví a visitarlo en Diciembre, estando aquello nevado y bellísimo.
Con nuestra habitual tranquilidad vamos por el camino con intención de llegar a Arrés. Hacemos nuestras paraditas, una de ellas prolongada en el hotel Aragón para un desayuno generoso. Hace calor.
Al pasar por Santa Cilia son las doce o así. Queremos visitar el pueblecito, que nos encanta. Entro por curiosidad a ver el albergue y charlamos con la hospitalera, Maite, muy simpática y afable. Le pido información con el propósito de informar a los peregrinos cuando vengan por la asociación de Sevilla y pregunten por este camino. Me gusta meter las narices en todas partes y fisgonearlo todo. El albergue está impecable. La cocina es modernísima, con placas de vitrocerámica, lo que no es habitual, salón con televisión incluída, lo cual no es que sea necesario, pero en fín, es un dato más. Sobre todo da a una calle sin tráfico en la que se oyen cantar un montón de pájaros.
Maite, la hospitalera me explica:
- A algunos les parece caro diez euros, pero ese precio incluye además de la cama y la ducha el uso de toallas limpias, la lavadora automática con un vaso de detergente y un pase para la piscina municipal.
La verdad es que Luisa y yo estamos dudando entre quedarnos o no. Finalmente nos vamos, acompañados de una pareja de zaragozanos que se nos unieron un rato antes de llegar a la fuente del pueblo.
Al salir de Santa Cilia el calor nos parece insoportable. De pronto el camino sale a la carretera y hay que ir por el arcén. Llevamos veinte o treinta minutos andando y vamos algo agobiados. De pronto nos paramos Luisa y yo. La miro toda sudorosa.
-Luisa, hemos dejado atrás un albergue maravilloso y una piscina con un bar donde tomarnos una cerveza fresquita. ¿Qué prisa tenemos tu y yo en llegar a ninguna parte con estos calores?
Ella no se hace de rogar. Nos despedimos de nuestros acompañantes y nos volvemos sobre nuestros pasos.
Cuando un rato después estamos en la piscina tomando la primera cervecita fresca nos convencemos aún más de lo inteligente que ha sido nuestra decisión. El bar de la piscina lo atiende un inglés que vive en Arrés y sirve unas lasañas magníficas con ensalada por cuatro euros y medio, o unos platos de filetes de solomillo por un precio similar. Llega la francesa que comió con nosotros en Jaca, Rosina. Pongo su nombre en español, aunque ella se empeña una y otra vez en que yo lo pronuncie como si fuese francés, poniendo los labios como si tuviese una pajita de tomar horchatas, pronunciando la erre con la garganta y la i como si fuese casi una u.
- Gggossunne.
-Mira, yo te digo Rosina y tu me entiendes, ¿Vale?
La pobre Rosina, Gggossunne, o como se diga, pasó por la tarde un momento apuradillo cuando en el bar pusieron una tele para ver la final de los mundiales entre Francia e Italia. Una legión de niños se colocan delante del televisor y comienzan a gritar “¡Italia! ¡Italia! ¡Abajo Francia!”. Uno de ellos se levanta y grita:
- Que levanten la mano los que están con Italia.
Y todo el mundo levanta la mano excepto, claro está, Rosina. Luisa y yo, tampoco, por deferencia hacia ella. Nos ganamos un tremendo abucheo. En el descanso nos vamos al albergue para ver allí el segundo tiempo sin que se metan con nosotros. Debo confesar que en el fondo Luisa y yo también somos partidarios de Italia, aunque disimulamos lo que podemos.
Esta tarde ha llegado un chico, Ángel, que salió de Jaca y fue andando a San Juan de la Peña. Me comenta que es bastante duro, muchos quilómetros subiendo y luego bajando. Por supuesto que el lugar le ha merecido la pena, pero dice que se ha cansado bastante.
Maite y su familia nos han tratado como auténticas madres. Mientras estábamos en la piscina habíamos dejado la lavadora puesta, pero ellas se encargaron de tendernos la ropa, entre otras atenciones. No me extraña que en el libro del albergue algunos la llamen tita Maite. Creo que le encanta ser hospitalera, y es maravilloso que haya gente como ella que, aunque sean empleadas del ayuntamiento, hagan su labor con tanto cariño. Dormimos como benditos.

HACIA ARRÉS

Lo nuestro ya es un auténtico récord de lentitud, pero hoy sólo vamos a ir desde Santa Cilia de Jaca a Arrés. Claro que por Arrés no se puede pasar de largo y lo único claro que desde el principio he tenido en este camino es que debo pasar un día allí. No nos esforzamos en madrugar, ya que no son muchos quilómetros, aunque nos pillará el calor, como siempre.
Entre otras cosas nos paramos un rato en un camping por cuya puerta pasamos y donde nos dan un desayuno de lo más completo en una terraza en la que se está divinamente. Luego ocurre que, tras andar un ratillo por el arcén, el camino sale hacia la derecha y ¡Oh! Un bosque maravilloso como no nos podíamos imaginar. Parece un lugar encantado, y al subir una cuestecilla descubrimos de pronto un lugar con cientos de montoncitos de piedras, eso que llaman hitos. Muchos peregrinos se han puesto de acuerdo para hacer aquí sus torrecillas y han formado un espacio como de cuentos. Luisa y yo queremos dejar también alguna piedrecilla como recuerdo, y por supuesto, fotografiar el lugar exhaustivamente.

No son pequeñas torres,
se llaman hitos
esas piedras dispuestas
en montoncitos

Son adornos dejados
como una ofrenda
de algunos que pasaron
por esta senda.

De esa manera humilde
dejan sus huellas
algunos en la Vía
de las estrellas.

Saco el pequeño mp3 de mi mochila. Rara vez me apetece oírme a mí mismo, pero en esta ocasión quiero oír esa canción que le hice a los hitos del camino, pues creo que en este lugar cobrará un sentido pleno. Es precisamente la canción que le dará título al CD que tengo casi terminado, el tercero de los dedicados al camino. El final dice así:

Montoncitos de piedra,
hitos sencillos
que parecen ser hechos
por los chiquillos.

Y es que los peregrinos
son como tales.
El camino hizo de ellos
unos chavales.

Al vernos a Luisa y a mi disfrutar jugando con las piedrecitas creo que es verdad que el camino nos hace niños, capaces de disfrutar con cualquier cosa, nos devuelve una cierta inocencia, nos limpia por dentro y hasta nos hace merecedores del reino de los cielos, como dijo el poeta de Galilea.
En fín, tras un rato en el bosque encantado salimos a Puentelarreina de Jaca. Buscamos allí una tiendecita dnde comprar algunos víveres para llevarlos a Arrés. Sabemos que los hospitaleros voluntarios de allí ofrecen cena, pero vamos a llegar a la hora del almuerzo y no conviene abusar. De modo que nos proveemos de unos buenos patés, unas longanizas, pan y una botellita de buen vino de la tierra. Los peregrinos también debemos invitar, y hasta mimar, a los hospitaleros.
A poco de salir de Puentelarreina las flechas se bifurcan y se puede ir por carretera o por un camino en el monte. Elegimos esta sergunda opción. Son sólo tres quilómetros, según reza el cartel, pero yo creo que son los tres quilómetros más largos que he caminado nunca. Los andaluces distinguimos entre el calor, la calor, los calores y las calores. Estas últimas, todas juntas, caen encima de nosotros como plomo derretido. Debe hacer más de cuarenta grados y llevamos las cantimploras medio vacias, con apenas un culillo de agua recalentada. No hay ni una sombra y Arrés no aparece por ninguna parte, ni se ve en la distancia por más que andamos, cada vez más exhaustos.
Y es que Arrés no se deja ver hasta que a la vuelta de una curva está ahí mismo, a cincuenta metros. Menos mal.

EL ALBERGUE EMBLEMÁTICO

Una pequeña cuesta de bajada y una fuente en la que metemos la cabeza como desesperados. El agua nos devuelve a la vida. Al lado está el albergue.
Arrés es un milagro del Camino. Esta aldea de dieciocho vecinos tal vez estaría condenada a desaparecer, como otras de las zona, si no fuese porque el cura José Ignacio organizó aquella movida de voluntarios que restauraron la vieja casa que hoy hospeda a los peregrinos. Desde entonces Arrés aparece en las páginas de Internet del Camino de Santiago y se habla de la pequeña aldea en todo el mundo. Ya ha llegado alguna empresa que está restaurando algunas casas, se ha cementado el suelo de la calle y todos los dias llega un grupo de caminantes que con toda seguridad salen de allí enamorados del sitio y hablarán de él.
Nos dirigimos al albergue. En la puerta hay una de esas hermosas placas de madera que realizan Nekane y José María, una pareja de hospitaleros vascos que realizan estos trabajos de artesanía con un estilo inconfundible. Ya las he visto en más de un albergue, y conozco a los artistas. Gente de mucha calidad humana.
¡Pero hombre! Si está de hospitalero el buenazo de Taqui. Vaya un alegrón.
- ¡Maldonado! Nos han dicho que venías y te tenemos preparada una guitarra.
- Pues ya tenía ganas de pillar una. Hoy os doy la tabarra.
Taqui tiene de compañera en las labores del albergue a una chica de Pamplona, Lucía, que está de hospitalera por primera vez. Tiene a un buen maestro desde luego, aunque lo principal, la simpatía la posee ella de forma natural. Ambos son una alegría para el peregrino. Metemos los víveres en el frigorífico y nos vamos a darnos la ducha de rigor y a hacer la pequeña colada de cada día. Después compartimos el vino y las cuatro tonterías que hemos comprado y que junto con otras cosillas que ofrecen los hospitaleros dan para que almorcemos los que estamos en el albergue.
En algún momento hay que atender a una señora mayor francesa que ha llegado al albergue en muy mal estado debido al calor sofocante. Está en la puerta con temblores, taquicardia y la respiación jadeante. Taqui la atiende con sumo cariño, no exento de preocupación por el estado en que se encuentra la pobre. Le da alguna ampolla de miel, agua, lo que puede. Y poco a poco va recuperándose. Ha estado al borde del infarto. Menos mal que por la tarde la veremos renovada y sonriente.
El albergue de Arrés no sorprende a los exigentes por su espacio ni por su comodidad. No se trata de eso. Es un albergue pequeño y con las literas apretadas. De hecho, cuando estábamos echados en la siesta llegó un señor al dormitorio y con cara malhumorada empezó a protestar:
- Aquí nos ponen como sardinas en lata.
Por la tarde, ese mismo señor, mientras estábamos en el bar de la mujer del alcalde se nos acercó disculpándose.
- Perdonadme si al entrar hice un comentario desagradable. Ahora creo que es uno de los albergues más maravillosos en los que he estado nunca.
¿Qué le hizo cambiar de esa forma tan drástica? Eso es difícil de explicar si no se ha estado allí y no se ha percibido aún el amor con que aquello está hecho y con el que suele estar atendido por los voluntarios. Y digo los voluntarios en general, aunque en este caso tendría que decir Taqui y Lucía, porque me consta que este lugar es un sitio al que todos quieren ir de hospitaleros y al que tienen un especial cariño. Arrés es un albergue con unas vibraciones especiales, de esos que se pueden contar con los dedos de las manos en todo el camino. Por eso la convivencia allí fue tan intensa y llena de emociones.
Por la tarde los hospitaleros tienen la costumbre de invitar a los peregrinos a ver la puesta de sol en la peña desde la que se divisa el valle del río Aragón. Es un gran espectáculo. Me pareció un lugar maravilloso para tocar alguna canción mientras el sol se despedía. Y cuando el sol se puso le dimos un aplauso, un aplauso a la madre naturaleza.
De esa forma, emocionados, fuimos a la iglesia, que Taqui nos enseñó y donde nos dirigió una breve oración. Después vino la comida en la puerta del albergue donde la temperatura ya era deliciosa, la tertulia, alguna cancioncilla más... En esos momentos parece que los peregrinos somos amigos de toda la vida, se siente una alegría tan intensa, un estado de armonía tan pleno que uno quisiera no irse nunca del Camino. Si yo no hubiese estado enganchado de antes, me hubiese quedado enganchado al Camino en el albergue de Arrés.

ULTIMO DIA ARAGONÉS

Taqui anda levantado desde las cuatro y media. Dice que le gusta atender y despedir a los peregrinos aunque se levanten de madrugada. Le pone un cariño enorme al asunto y debe quedar agotado después de la temporada aquí. Espero volverte a ver, amigo.
Esta mañana Luisa ha pegado la hebra con una chica de Málaga y yo me voy adelantando hasta perderlas de vista. Me encanta venir al Camino con Luisa, pero la sensación de ir solo, aunque sea algunos ratos, es de lo más gratificante. Cuando voy solo pierdo la vergüenza y me pongo a veces a cantar en alta voz.

“Camino de Santiago yo voy
feliz en mi caminar
y aunque de lejos de aquí yo soy
cada sitio es mi hogar.
Yo soy jacetano, soy de Arrés,
yo he nacido en el Somport.
Mañana navarro quiero ser
después de ser de Aragón”

Nos acercamos a Mianos. Tengo un encarguillo. Asun me dijo en un foro que le diese recuerdos suyos a Francisco de Asís, un hombre que vive en la granja San Martín y que lleva toda la vida atendiendo a los peregrinos, ofreciéndoles agua, vino, alguna fruta y esas cosas. La casa es inconfundible, pues tiene en la puerta una vieira y un botijo dibujado, señal inconfundible de que allí los peregrinos encontrarán agua. Espero en la puerta a que llegue Luisa. Llamamos al timbre y aparece un señor mayor.
-¿Es usted Francisco de Asís?
- Si. ¿Necesitan agua, vino o alguna cosa?
- No. Solamente veníamos a traerle recuerdos de una médico de Barcelona llamada Asun.
- Ah, creo recordarla. ¿No venía con dos niños muy cansados y estuvieron aquí sentados a la sombra un rato.
- No lo sé. Sólo sé que me escribió para que le diese las gracias por las atenciones que tuvo usted con ella.
- Ah, que agradecidos y que buenas personas son los peregrinos. ¿De verdad no necesitan nada? Les haría pasar, pero en este momento iba a salir para ir a Jaca...
- Nada, hombre. Que siga usted muy bien y con salud.
Quise hacerle una foto con Luisa y el hombre posó amablemente. Después continuamos nuestro camino hacia Artieda.
Llegamos jadeantes. Estos pueblos que están en alto exigen a veces un esfuerzo final que te deja derrengado. Pero resulta delicioso estar en unas mesas que hay delante del albergue y donde nos sirven unos cafés.
Hoy parece que va alterarse nuestro ritmo. Llegarán Manolo Esperilla con su familia y con mi hija, que estaban en Bañolas en unas regatas infantiles de remo, y además vendrán con otra familia que tienen dos niños remeros. La intención es pasar tres o cuatro dias caminando con nosotros.
Decidimos quedarnos en Artieda a esperar acontecimientos. Cuando por fín llega uno de los coches todo se trastoca. Manolo ha reservado unas camas en Ruesta, nosotros estamos en Artieda, y estos no saben qué hacer. Decidimos que lo mejor es reunirnos con el grupo y aceptamos subirnos en el coche y trasladarnos a Ruesta, diez quilómetros más allá. Lógicamente tenemos ganas de ver a nuestra hija y a los Esperilla.
Ruesta es una imagen impresionante. Un pueblo completamente abandonado y en ruinas salvo un albergue, un par de edificios, regentado por gentes de un sindicato anarquista. Nada que ver con un albergue de peregrinos, pero la cosa tiene su gracia. Nos dan una comida infame, un arroz lleno de huesecillos, como para perros, pero es lo que hay, en un saloncito donde hace un calor axfisiante. Estamos locos por terminar e irnos al aire libre.
Finalmente en unos veladores donde se está a gusto celebramos nuestra asamblea deliberadora. El problema es que nos hemos juntado un grupo de diez personas, los albergues de los pueblos próximos son pequeñísimos y hay más peregrinos. A Manolo y a mí no nos importaría dormir en el suelo, pero hay mujeres y niños. La otra familia no sabe nada del camino. Ha venido a conocerlo y tienen ciertos remilgos lógicos de los primeros dias.
Por fín tenemos que aceptar una decisión que nos altera completamente los planes a Luisa y a mí. Nos trasladaremos en los coches al otro ramal del Camino, donde los albergues son mayores y más numerosos. Concretamente nos planteamos hacer juntos el tramo entre los dos octógonos templarios, entre Eunate y Torres del Río. Manolo y Rafa, el otro padre, se encargarán de dejar un coche al principio y otro al final del tramo. Estaremos tres días juntos y luego se irán, se volverán a llevar a nuestra hija y Luisa y yo seguiremos solos unos dias más.
¿Qué se le va a hacer? El Camino ha querido que a la mañana siguiente estemos montados en un coche camino de Obanos. Adios, de momento al camino Aragonés, y el hecho de este salto forzado será una buena excusa para volver pronto.

NOTAS BREVES DE LOS TRES DIAS EN FAMILIA
No voy a hacer un relato pormenorizado de lo que han sido los días de camino en familia desde Óbanos. Es un camino que ya he relatado en otros diarios. Eso sí, nunca vine con tanta gente ni con tanto calor.
Pero acaso deba reseñar ciertas cosillas:
El primer día el grupo se quedó en el albergue privado de Cirauqui, impecable, regentado por Ainoa y su marido. Este último es un cocinero excelente y nos puso un menú abundante y riquísimo. Sus albóndigas son antológicas, y el comedor una pasada. Gente muy agradable, y sitio muy recomendable.
El segúndo día nos quedamos en el albergue ANFAS de Estella. Atendido por gente con alguna deficiencia, que se esmeran en sus cometido y con los que uno puede tener muchas compensaciones humanas. Se colabora con una buena obra yendo allí, y si ya se ha estado en el municipal alguna vez es una oportunidad para conocer otro sitio. Guardo el recuerdo de algunas sonrisas muy hermosas y limpias.
A Pablito de Azqueta lo encontramos fenómeno de humor y salud. Me ha dicho que su hija está pensando en poner el año que viene en el pueblo un bar CON PIANO. Atentos los músicos.
El albergue La Fuente de Los Arcos ha cambiado de dueño y sigue siendo un lugar muy agradable.

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